jueves, 8 de agosto de 2013

Nueva Crítica: Revista "Cielos Argentinos" - Por: Juan Martín Grazide

"HASTA EL CUELLO"
“Los días felices”, sábados a las 21 en el Sportivo Teatral (Thames 1426)
Reservas: losdiasfelices2013@gmail.com
QUEDAN 4 FUNCIONES!
"Roxana Berco ofrece una genial interpretación de una mujer con parte de su cuerpo enterrado, en la perturbadora “Los días felices”, del irlandés Samuel Beckett.
En un universo escénico en el que cuanto más alto te colgás más ovaciones
recibís, que un grupo de almas inquietas haya decidido montar “Los días felices”, la presuntamente inmóvil obra escrita por el genial artista irlandés Samuel Beckett, es un acto revolucionario.
Cómo no va a resultar asfixiante o abrumadoramente monótona una pieza que se basa en un monólogo (sólo interrumpido ocasionalmente por la aparición silenciosa de un hombre) en donde una mujer que parece vestida para una paqueta velada de masas y té en una confitería bienuda de barrio no deja de hablar de supuestas cosas banales enterrada en la tierra hasta la mitad de su cuerpo, sobre todo para nuestras mentes abroqueladas en el timing televisivo. Ni que hablar de lo que se dice: la nada misma, esa que se genera durante la espera de algo que inevitablemente vendrá, aunque no se sepa qué ni cuándo. Es Beckett, estúpido.
Por supuesto que la obra teatral de Beckett es inmensa y aún falta mucho para descubrirla totalmente. Como pone en boca de uno de los personajes del cuento “El perseguidor” el escritor Julio Cortázar: “esto se está tocando mañana”. Nuestra era –rápida, furiosa, dicotómica– es un ámbito ideal para esa nada que Beckett propone en sus obras. Justamente esa nada, esa superficialidad es la que lee a nuestra época. La puesta que encara Lamberto Arévalo (también filósofo), y que lleva adelante con absoluta originalidad, verdad y versatilidad
la actriz Roxana Berco, es insoportablemente reveladora, sobre todo en nuestros tiempos en lo que 140 caracteres muchas veces pasan por originalidad en las redes sociales, y en los que todos se autodenominan artistas por un simple (y fortuito) paso por la televisión o simplemente por portar la cámara fotográfica de moda (valen más los formatos que aquello que se retrata).
Arévalo dice que hacer Beckett es muy complicado porque, aparte del complejo universo onírico en que se enmarcan sus obras, el dramaturgo dejó muy en claro que cuando se montara cualquiera de sus textos se debía respetar a rajatabla todas las marcaciones establecidas por él. Como se sabe, son indicaciones de
acciones concretas pero también de imágenes poéticas. Si ellas no se cumplen, quienes cuidan los derechos del autor pueden hasta hacer bajar de cartel cualquier versión.
“Los días felices” es un enorme monólogo de Winnie, una mujer madura enterrada hasta la cintura en el primer acto y hasta el cuello en el segundo, en un contexto que parece el fin del mundo y en el que sólo está acompañada por su pareja Willie (que no habla, sólo gruñe), y una cartera con algunos utensilios. Como “Esperando a Godot”, aquí también el tiempo trascurre como en una sala de espera de un consultorio: nada de lo que se piensa en voz alta parece ser importante, pero sin embargo es la partitura de un desánimo tan fuerte que, de expresarse, sería lapidario. Una gran puesta en la que se lucen Berco, la escenografía y la acción de la luz, que hace que el transcurso del tiempo confronte con el nuestro, el que se marca en los malditos relojes de la rutina."

No hay comentarios:

Publicar un comentario